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¡¡¡COMO TE LO CUENTO!!!

"Quedé con él por la mañana y no fuí.

Me dije, luego lo veré al mediodia y tampoco fuí.

Por la tarde pensé en ir a verlo, pero me lié.

Cuando al fin llegué por la noche ... él ya no estaba."

     Cuando a una vida se le agotan las oportunidades y ve cerradas todas las puertas, parece que todo está perdido. No queremos conformarnos con esto. Todavía tenemos la esperanza de poder hacer algo más. Creemos en la fuerza del ser humano, todos podemos abrir esa puerta que se nos resiste, con ayuda de otros y empezar a trasegar por un nuevo camino que se abre ante nosotros.

 

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Tus cuentos publicados

Cuento de Francisco Javier Ortega Fuentes

 

     En el subsuelo existe un mundo muy diferente al nuestro. Un lugar del que nada sabemos, donde el sol y su resplandor se perdieron hace muchas generaciones…Y del que mucho podríamos aprender. Su historia es un ejemplo de superación y lucha frente a las adversidades.

     Todo empezó cuando una tribu de nómadas decidieron refugiarse un una gran cueva por un tiempo; con la mala suerte de que esa noche la tierra tembló y cerró la entrada de forma irremediable. Allí quedaron encerrados; y en la mayor oscuridad, quedó sepultada su existencia. Así es cómo con el paso de los años los MAJAVITI se convirtieron en unos seres ciegos.

     Además de por la voz, la forma más distintiva de conocerse entre ellos es el olor, ya que poseen un superolfato; dependiendo del olor de cada persona saben si está triste, contenta o enfadada. Su pobre existencia depende de un hongo que cultivan y del que se alimentan, además de los pocos animales que por las profundidades pueden encontrar. Así aprendieron a vivir y así han sobrevivido.

     Sus recuerdos se componen de olores, sonidos y texturas, al igual que sus sueños. Tienen una forma diferente a la nuestra de percibir lo que les rodea.

    Como ya sabemos, los MAJAVITI tienen poco acceso a alimentos o a casi nada, en el subsuelo la vida es dura y sólo la generosidad entre ellos crea un equilibrio, el cual hace posible que aún pululen bajo nuestros pies.

     Los MAJAVITI son ciegos y no poseen casi nada. Aquí arriba es al contrario; los que más tienen son los que se han quedado ciegos. Colorfín colorado este cuento se ha acabado.

Cuento de Familia Cruz Escudero

 

     Hace mucho mucho tiempo…en un pequeño pueblecito vivían dos hermanos, Jesús y Carlos. Eran de familia humilde, apenas tenían para comer; aunque siempre contaban con el cariño de sus padres, se tenían los unos a los otros…

     Justo al lado vivía Juan, el vecino más avaro y egoísta de la comarca; nadaba en la abundancia, puesto que tenía un gran rebaño de ovejas, a las que sacaba todos los días a pastar por el campo. Jesús y Carlos se ganaban la vida ayudándole con el ganado, a cambio de unas míseras monedas.

     Un buen día, una de la ovejas (Manolita se llamaba), tuvo la mala suerte de romperse una patita, el malísimo de Juan dijo que no la quería, así no valía para nada, era un estorbo. Y la dio por perdida. Jesús y Carlos, vieron lo que pasó, la recogieron, le vendaron la patita y la estuvieron alimentando con mucho cariño hasta que Manolita se recuperó. Gracias a ello, la familia no era tan pobre, ahora tenían lana y leche.

     En el corral de Juan había un corderito que no dejaba de llorar, ¿Adivináis de quién era? Pues sí, habéis acertado, era de Manolita. Éste se puso a balar y balar hasta que lo oyó su mamá, la cual respondió con un fuerte balido bbbeeeeeeeehhhh. El corderito, al escuchar a su mamá, con un gran impulso saltó encima de otra oveja y así consiguió salir del corral.

     Cuando Juan se enteró se puso muy furioso. Decía que la oveja y el cordero eran suyos y exigió que se los devolvieran, a lo que Carlos y Jesús se negaron. Entonces, Juan acudió al juez del pueblo.

     El día del juicio Jesús y Carlos explicaron que ellos recogieron y cuidaron a Manolita porque Juan no la quiso por tener la pata rota, que no tenían intención de quitársela, pero viéndola abandonada no podían dejar que se muriera. Y que el corderito, simplemente quería estar con su madre. Por otro lado, Juan, seguía empeñado en que los animales eran suyos.

     El juez, que también era vecino y conocía a todos, sabía que Juan había actuado mal y no se merecía recuperar a los animales. Su decisión final fue que se quedaran con Carlos y Jesús, ya que ellos actuaron por amor y no por codicia. “La felicidad no se alcanza acumulando cosas, sino valorando lo que se tiene, aunque sea poco”. Colorfin colorado este cuento se ha acabado.

Cuento de Isabel Ortega Fuentes

¡Yo quiero bailar!

 

     Hace mucho mucho tiempo, en un pueblecito perdido, nació un bebé al que llamaron Roberto. Su llegada a este mundo fue con los pies por delante…¡Y qué pies! Eran el doble de grandes que los de cualquier bebé.

     Rober creció como cualquier niño, sus pies no, éstos crecían y crecían sin que nada al respecto se pudiera hacer. Sus zapatos eran de persona mayor y todos los niños hacían bromas y burlas sobre sus desproporcionadas “barcazas”, a las que pisaban y por las que eran pisados también.

     Pasaron los años y Rober se convirtió en un hombre apuesto y honesto. Le encantaba bailar, por supuesto, solo, pues siempre que sacaba a una chica la acababa pisando y ésta desaparecía. Su amor por el baile era en vano. Cada vez que llegaban las fiestas y empezaba el baile todos los mozos bailaban con las chicas menos uno, bueno, ya sabéis quien.

     El protagonista de nuestra historia estaba desconsolado, nunca encontraría a nadie que quisiera bailar con él.

     Pasó el tiempo, llegaron las siguientes fiestas con su correspondiente baile  y Rober acudió sin ninguna esperanza. Era todo igual que otros años, excepto por un detalle, había llegado una nueva familia al pueblo. Esta familia tenía una hija muy guapa, que tenía una peculiaridad: unos pies muy muy pequeños, al contrario que él, y cuando bailaba perdía el equilibrio y se caía.

     Rober, al verla se le ocurrió una idea, ella podría bailar sobre sus pies, así él nunca podría pisarla y ella nunca se caería. Por fin bailaron con libertad toda la noche y desde entonces ya nunca se separaron. Por cierto, desde aquel día Rober estaba tan feliz que decidió hacer reír a todos pintándose la cara de blanco y la nariz de rojo. Así es como nació el primer payaso. Colorfín colorado este cuento se ha acabado.

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